Hablar sobre libertad no es una
cosa sencilla ya que a pesar de que podríamos decir que es todo aquello que permite al ser humano
decidir si quiere hacer algo o no, también lo hace responsable de sus actos, ya
que ser libre implica una clara opción
por el bien y el mal. El premio Nobel de
física, W. Heisenberg, afirmo en una ocasión que la libertad de volar consiste
en el conocimiento de las leyes de la aerodinámica, es decir que de igual modo,
la libertad en las decisiones de la vida sólo es posible por la adhesión a las
normas éticas, lo que quiere decir que tu libertad está bien siempre que esto
no lleve a hacer un mal a otras personas.
Cuando la libertad se suele asociar a conductas inapropiadas según la moral
imperante en la sociedad de ese momento se conoce como libertinaje. Es el
mal concepto de la libertad el que hace pensar a muchos que para ejercerla no deben
tenerse limites y es cierto, pero no
podemos hacer lo que queremos porque ya
estamos limitados por la sociedad y nuestro modo de vida, por lo que debemos
respetar algunas normas. Seguramente surgirán
detractores que digan: ¿y entonces para qué sirve la libertad? Y la respuesta es sencilla ya que esta es la
autoridad que nosotros tomamos sobre las cosas, como por ejemplo elegir nuestra
carrera, elegir sobre las cosas que nos queremos comprar, la libertad de elegir
la religión que queramos y también la libertad de expresión. La libertad es la oportunidad de conducirnos
de forma consciente y aceptar la responsabilidad de las consecuencias ya que todo
hombre vive eligiendo, y al elegir se
construye a sí mismo, siendo esto lo que le distingue de los demás seres
de la naturaleza, los seres
humanos poseemos libertad y debemos utilizarla para elegir el tipo de
vida que deseamos, la que más nos convenga, la que esté de acuerdo con nuestra forma
de pensar y sentir. Debemos estar consientes
de que la libertad absoluta no existe ya que siempre seremos esclavos de
nuestras limitaciones y de las limitaciones del mundo que nos rodea, no podemos
viajar instantáneamente a cualquier parte del mundo, así como también hay muchas
cosas que estamos obligados a hacer si queremos seguir viviendo; hay que respirar, beber y comer, guardarnos
de las inclemencias del tiempo, defendernos de las fieras y salir a buscar el alimento
para hoy y, si se puede, guardar el resto para mañana, procurar a nuestra
mujer e er hijos. Por supuesto
que somos libres de no hacer nada de eso, por ejemplo, se es libre de no comer,
en cuyo caso moriremos en unos pocos días, por tal motivo hay poca gente que reclame
la libertad de no comer. Debido a
que para vivir deben realizar una serie
de tareas, al hacerlo estamos siendo esclavos de las circunstancias. Vivir con otra persona tiene sus ventajas y
sus inconvenientes ya que es más fácil sobrevivir y conseguir alimentos pero a veces se producen conflictos o diferencias,
y para resolverlos es necesario respetar una serie de reglas de convivencia. Todos queremos lo mejor para los que amamos,
así que puestas en la balanza, las ventajas de convivir deben ser mayores que
las de vivir aislado, si no, la mayoría de la gente preferiría vivir aislado. Sin embargo somos libres porque nuestra
conciencia y nuestro obrar lo atestiguan, en la antigüedad, un filósofo romano
discutía con un amigo que le negaba la libertad humana y aseguraba que todos
los hombres no tienen más remedio que hacer lo que hacen. El filósofo cogió su bastón y comenzó a darle
estacazos con toda su fuerza “¡Para, ya está bien, no me pegues más!” Le decía el otro. Y el filosofo, sin dejar de
surrarle, continuo argumentando: “¿No dices que no soy libre y que lo que hago
no tengo más remedio que hacerlo? Pues entonces no gastes saliva pidiéndome que
pare: soy automático.” Hasta que el
amigo no reconoció que el filósofo podía libremente dejar de pegarle, el filósofo
no suspendió su paliza…”
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