Hace algunos años fui más joven
que hoy, recuerdo que tenía una afición por
las películas de terror que fueran de la peor calidad, ya sea de zombis,
hombres lobo, charros negros o monstruos de la Laguna Negra. Y como mi carácter aun no se agriaba, me había
conservado de todos esos achaques que llegan cuando se tiene conciencia política,
idea sobre formas de organización ciudadana y demás padecimientos que se van
desarrollando en el áspero oficio del diario vivir. En aquel
tiempo recuerdo que me caracterizaba por ser un joven con abundancia de ideales, carencia económica
y escasez de ropa. Pero también fue el
tiempo de mi primer amor, aunque con el paso del tiempo he comprendido que todos
los amores son el primer amor, sin embargo a mi me ocurría que era más un amor
de lejos porque no pasaba de perderme deambulando
por el parque arbolado mientras que ella a lo lejos nunca se acordaba de
enfrentar sus ojos con los míos, yo recuerdo entonces el sudor en mis manos y
la taquicardia en un corazón lacerado de ansias amorosas, y así todo el tiempo
se me iba en mirar de lejos y suspirar. Me acuerdo de que llegaba el domingo y era obligación
asistir a misa de doce y después, ya liviana la conciencia llegar a casa a ver
jugar a mis Chivas con la esperanza de que ganara mi equipo en un encuentro más
del clásico pasecito a la red. Que estómago
tuve para sentarme a ver durante 90 minutos ese el espectáculo de pésimos deportistas
tan faltos de ingenio y creatividad como Fox y López Obrador, hasta que descubrí
al libro querido lector, y desde ese momento se convirtió en mi alimento
espiritual, y allí mi vida cambio. Los libros
son como las personas ya que pueden hacer surgir lados de nuestra personalidad
que desconocíamos, aprendemos a conocernos y explorar todo de lo que somos
capaces como seres humanos. A esta
altura de la vida me he convertido en antagonista de aquellos que sostienen la
idea de que la lectura es puro escapismo, y me he dado a la tarea de defender
la idea de que la lectura es una inmersión en la esencia humana. Le aseguro que no volví a ser el mismo, ya
que no solo revolucionaron mis ideas sino se agregaron nuevas expresiones a mi
vocabulario cotidiano, además de la forma en que me relaciono con las personas,
nuca más volví a mirar de lejos y suspirar…
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